¿Qué pueden aprender las pymes de los líderes en atención al cliente?
Los gigantes como Amazon están marcando el camino a seguir.
Cuando una investigadora biomédica compra monocitos periféricos en CytoLogistics, espera que el pedido le llegue al día siguiente. Si no llega, va al sitio web de la empresa y les pregunta por el estado del pedido a través de Facebook Messenger. Al otro lado de la aplicación hay un empleado de CytoLogistics que recibe la consulta, busca el código de seguimiento y le da una respuesta inmediata. En total, la interacción dura un par de minutos.
Esa inmediatez es algo reciente, señala Kim Mahler, directora de desarrollo comercial en la sede de California de esta empresa biomédica. Hace cinco años, los clientes de CytoLogistics estaban contentos con el servicio de atención al cliente y las entregas en cinco días, pero ahora el tiempo es oro y no recuerda la última vez que habló con un cliente.
El aumento de las expectativas de los consumidores no es algo que afecte solo a CytoLogistics. Empresas como Amazon, Best Buy y Etsy, que priorizan la experiencia del cliente, han dejado el listón muy alto.
Veamos el ejemplo de Amazon, la librería en línea que se ha convertido en la reina del comercio electrónico. Durante sus 27 años de historia, los directivos siempre han tenido claro que el cliente es lo primero. En las dos últimas décadas, la empresa ha obtenido un ASCI (índice estadounidense de satisfacción del consumidor) de 85,7, cifra que está muy por encima de la media del sector e incluso de Nordstrom, otro gigante obsesionado con el cliente. Por si eso fuera poco, el Instituto de Atención al Cliente le concedió hace poco el galardón de Mejor Servicio de Atención al Cliente de la Década.
Ante la caída de la satisfacción de sus clientes durante la pandemia, Amazon respondió con fuerza y lanzó varias funciones nuevas, como el uso de la inteligencia artificial para ayudar a los agentes humanos, períodos de devolución más largos y procesos optimizados de autenticación de clientes.
Los consumidores se han acostumbrado a ese nivel de servicio y esperan lo mismo del resto de compañías: quieren que la florería del barrio les entregue los pedidos en 24 horas y que las clínicas ofrezcan atención al cliente de forma ininterrumpida. Pero lo cierto es que a muchas empresas les ha costado hacer frente a esta nueva realidad.
Antes su única competencia eran las empresas que estaban en la zona y vendían los mismos productos o servicios. Siempre y cuando ofrecieran lo mismo que los demás, no perdían terreno. Pero las cosas han cambiado y hoy en día tienen que competir con compañías tecnológicas despiadadamente innovadoras.
«El servicio de atención al cliente de las empresas tecnológicas de alto crecimiento utiliza un modelo a medida que se basa en la comunicación escrita y poca interacción humana», comenta Mahler en una entrevista con Freshworks. «Para poder hacer frente a todas las solicitudes de ayuda que reciben, recurren a canales automatizados que permiten clasificar los mensajes y abordarlos con más eficiencia».
Algunos dueños y directivos de las pymes no podrán evitar eludir el problema y terminarán por convencerse a sí mismos de que sus clientes están contentos con el statu quo. Sin embargo, otros van a estar a la altura del desafío y se las ingeniarán para aprender de la competencia e intentar ofrecer un mejor servicio.
Si las grandes empresas siguen subiendo el listón, cada vez serán más los clientes que esperen el uso de la tecnología para recibir un servicio útil y fluido. En resumen, las pymes tienen que tomar una decisión: seguir el ejemplo de Mahler y plantarle cara al desafío o atrincherarse y esperar a que pase la tormenta.
Un nuevo estándar de servicio
Durante años, los directivos de las grandes empresas han visto el servicio de atención al cliente como un gasto en lugar de un activo. En términos funcionales era necesario, pero desde el punto de vista de la experiencia de compra resultaba irrelevante. Las empresas no se erigen sobre un servicio de atención al cliente excepcional, argumentaban.
Pero ese concepto tenía consecuencias a nivel estructural. Si vas al departamento de atención al cliente de las grandes empresas, el panorama es siempre el mismo: filas de escritorios que se extienden hasta el infinito. De hecho, parecen fábricas en lugar de oficinas. Mientras los agentes atienden a un cliente tras otro a toda velocidad para minimizar la duración de cada llamada, los supervisores se pasean por los pasillos, cogen las llamadas que les derivan los agentes y resuelven los problemas de la mejor manera posible. Una o dos veces al día, «desenchufan» a un agente para analizar su rendimiento o hablar con él sobre una queja de un cliente.
Sin embargo, las empresas tecnológicas que priorizaban al cliente veían el mundo con otros ojos.
Pronto se dieron cuenta de que el servicio de calidad no es algo que surge por azar.